Seguramente alguna vez hayas oído hablar del hielo seco. Se trata de dióxido de carbono en estado sólido, congelado a presión atmosférica a una temperatura de -78,5°C. La característica que lo hace más especial es que cuando “se derrite” pasa directamente a estado gaseoso sin dejar ningún tipo de humedad. De ahí a que se le conozca como hielo seco.
Fue descubierto por el químico francés Adrien-Jean-Pierre Thilorier en 1835. El hielo seco tuvo su primer uso en el mercado casi 100 años más tarde, en 1925, cuando los dispositivos aéreos Priest con sede en Nueva York utilizaron el compuesto en extintores. Con el paso de los años, la gente empezó a encontrar más usos para el hielo seco.
El hielo seco se obtiene a partir del gas generado como subproducto de otros procesos industriales. En plantas de combustión y reacciones de fermentación se produce el hielo seco. Como se ha mencionado antes, se trata de dióxido de carbono congelado. Este gas a temperatura muy baja es capaz de estar en estado sólido. Cuando se sublima no genera ningún tipo de líquido agua o humedad.
Cuando este gas se sublima en una atmósfera cargada de CO2, tiende a reducir la cantidad de humedad que hay en el ambiente. Esto hace que este gas se convierta en algo muy útil de usar cuando se pretende conservar productos que sean sensibles a la humedad.
Cada kilogramo de hielo seco genera 136 frigorías de energía. El gas se encuentra a una temperatura de -78,5°C y cede unas 16 frigorías extra, lo que hace que se pueda obtener un total de 152 frigorías por cada kilogramos de hielo seco.